
En otras palabras, la gran mayoría de los trabajos van a desaparecer para no volver nunca jamás, de manera que, según Rifkin, el mundo acabará polarizándose en dos fuerzas, en dos tendencias potencialmente irreconciliables: por una parte, una élite bien informada que controlará y gestionará la economía global de alta tecnología; y, por otra, un creciente número de trabajadores permanentemente desplazados, con pocas perspectivas de futuro y aún menos esperanzas de conseguir un trabajo aceptable en un mundo cada vez más automatizado.
Partiendo de todo eso, Jeremy Rifkin afirma que deberíamos empezar a plantearnos la existencia de la era posmercado, es decir, la que estamos empezando a vivir; pensar en formas alternativas a los planteamientos más habituales en torno al trabajo, poner en marcha nuevos modos de generación de ingresos y de reparto del poder; y generar una mayor confianza en el tercer sector; que a su vez deberá permitir la reconstrucción de nuestras comunidades y nuestras culturas.Debemos concienciarnos de que, si bien el fin del trabajo puede suponer el final de la civilización tal como la hemos conocido hasta ahora, quizá también sea el inicio de una gran transformación social que traiga consigo el renacimiento del espíritu humano.
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